Antes del viaje sabíamos que veníamos a un lugar en el que el clima es por norma inestable. Comenzó a llover a las 7 de la mañana, y sobre la tienda las gotas amplifican su sonido haciendo incomodo conciliar el sueño, lo bueno que en torno a las 10 de la mañana cesó.

Después de dar buena cuenta de los Croissants encargados el día anterior salimos con intención era bordear la costa, la aventura duró 700m, se nos acabó la costa por ese lado. Esta vez confiaremos en nuestro controvertido GPS al que todavía no le hemos tomado la mano, creo que su inteligencia es demasiado artificial para mí todavía.

Nos dirigimos a Carnac (Karnag) para ver sus campos de Monolitos o menires, si es que el bueno de Obelix ha tenido a bien dejarnos alguno. No hace falta buscar mucho, los campos de Menires se nos muestran de camino a la pequeña villa. Están divididos en 3 grandes campos principales y algún otro que nos encontraríamos después. Las concentraciones está valladas, y una de ellas es accesible mediante visita guiada. Decidimos dar una vuelta en torno al campo, la verdad es que las conjeturas sobre el porqué hace 3500 o 4000 años a.C. decidieron alinear piedras se me antojan simplemente conjeturas.

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El cielo sigue gris plomizo amagando con algunas gotas que son meras nubes con prisa por sobre volarnos. Nuestro siguiente destino la península de Quiberon, seguimos confiando en el GPS, total nos ha traído hasta aquí sin sobresaltos, le daremos otro voto de confianza, muy lejos no nos puede mandar. La puerta de entrada a la península es el pueblo de Plouharnel, el tráfico se ralentiza, en exceso. Un punto de entrada y salida es lo que tiene, la retención de salida es kilométrica y dudamos si continuar adentrándonos, arriesgamos y la jugada nos salió bien. Quiberon es lo que llamaríamos un pueblo con encanto, la verdad que si circulásemos por la izquierda diría sin dudarlo que estamos en algún pueblo de la campiña inglesa, casas bajas, vida sin prisas, rincones para perderse y no encontrarse, esa es mi imagen de Quiberon, y al final la costa, abrupta, salvaje, ventosa. El camino de la costa es simplemente espectacular, una solitaria mansión nos muestra un mar encrespado y amable. Rodamos luchando contra el viento que azota incansable a todo ser vivo e inerte.

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Me gusta el mar, pero en su estado puro, salvaje, desafiante y por supuesto a buen recaudo en tierra. Hay veleros en el agua, luchando y gozando a partes iguales del espectáculo. Nuestro camino nos lleva sin quererlo a un pequeño puerto pesquero, la marea está baja, y las barcas están varadas en la arena, en el otro extremo se divisa la Fortaleza de Penthièvre a la cual nos encaminamos. Un cartel avisa de que entramos en un área militar. Un obelisco domina la fortaleza, homaje a los 50 patriotas fusilados tras una heroica resistencia. La fosa común fue descubierta el 16 de mayo de 1945, una cruz blanca al final de una gruta marca el lugar.  Una de las tantas tragedias de la guerra, en este caso de “Los Alemanes”.

Este no solo es un viaje en moto, es un viaje al pasado, a la historia, a la II Guerra mundial. Que pronto olvidan los pueblos, es difícil de creer, pero es cierto, recordad: “el que olvida su pasado está condenado a repetirlo”.

La salida de la península que se nos antojaba complicada fue más fácil de lo que pensábamos, ahora el atasco era en sentido contrario, es mediodía y parece que todos quieren llegar a la península.

Ponemos rumbo a Lorient (An Oriant), como curiosidad Lorient fué creada para apoyar el desarrollo de la compañía Francesa de las Indias Orientales, gracias a la cual la ciudad prosperó rápidamente. En la II Guerra Mundial fue casi totalmente destruida ya que era base de los submarinos alemanes U-Boot. Nos habían recomendado el puerto y cuando llegamos nos fundimos en el 43 Festival Inter-Céltico de Lorient con invitado especial, Asturias. El festival tiene como objetivo reunir y compartir gastronomía, cultura, música, leyendas de las llamadas naciones Celtas. Un poco de queso de tetilla y chorizo fueron alegremente devorados por nosotros rodeados de compatriotas que participaban en el evento cultural. Con poco más que ver y el estomago lleno y feliz, abandonamos tan curioso evento.

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Concarneau (Kon-Kerne), grata sorpresa del día, el interior de la fortaleza nos depara calles repletas, tiendas, restaurantes, todo como salido de otra época. Desde fuera no se repara en la magnitud de La ville-close, incluso pudimos ver arribar el crucero mas corto del mundo, 2 minutos.

Degustado un buen helado decidimos retirarnos hacia Vannes, un alto en una gran superficie, para comprar la cena, un pique-nique o pic-nic y un agradable paseo antes de dormir para observar el anochecer nos llevaron a cerrar el día con una sonrisa.

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Mañana toca traslado hacia el norte.