Tenía unos días libres por cambio de trabajo y después de visita familiar a Cáceres decidí acercarme a dar una vuelta por Asturias. Mi primera intención había sido acercarme al pirineo para hacer algunos puertos del Tour de Francia pero increíblemente para las fechas en las que estábamos, mediados de Junio, la mayoría estaban cerrados por nieve, ¡el mundo está loco!
Hacía años que no subía a Asturias, la última vez que hice ese recorrido fue en coche, y me atraía la experiencia de hacerlo en moto. El objetivo del primer día era llegar tranquilamente a media tarde, descansar en el hotel y preparar la ruta del día siguiente en función del tiempo. El parte meteorológico indicaba lluvias el día de mi llegada, sol al día siguiente, y el de vuelta sinceramente me daba igual, esperaba tener suerte en una zona en que el tiempo cambia en cuestión de minutos y sus tormentas son legendarias.
Salí temprano de Cáceres, por delante me esperaban casi 600 km, la temperatura era alta ya a primeras horas de la mañana, Extremadura es tierra de extremos, afortunadamente al pasar Plasencia y encarar hacia la zona de Bejar las sierras me dieron un respiro. Devoré kilómetros y sin darme cuenta ya estaba a la altura de León, tocaba decidir si seguir por autopista o bien encarar hacia el macizo vía puertos, pero la vista no era la mas apetecible para la última opción, las nubes, negras como la noche cubrían las montañas, incluso dejaban caer unas gotas sobre León. Con muchas horas de moto elegí la autopista, daría un rodeo pero iría más seguro, lluvia y probablemente niebla, no era lo que más me apetecía en este momento.
Enfundado en el chubasquero me fui adentrando en tierras asturianas, dirección Oviedo y serpenteando dejé atrás el embalse de Barrios de Luna, la orografía ya me decía que estaba cerca de mi destino. En la circunvalación de Oviedo la temperatura ya había descendido hasta los 10º, lluvia fina constante y una niebla que no dejaba más que unos metros de visión. Después de abandonar la autopista y ya en la nacional 634 el ritmo se hizo lento, mucho tráfico y algún que otro insensato que me dio un buen susto me llevaron hasta Cangas de Onís, ya quedaba poco, mi destino, Ponga y un hotel rural llamado la Casona de Mestas. Cuando estuve buscando alojamiento prefería un sitio tranquilo y ya metido en ruta y este me pareció un hotel acogedor y sencillo. La carretera a partir de Cangas comenzó a estrecharse, la lluvia y la niebla se hicieron más intensas, pequeño trozos de piedra desprendida de la montaña salpicaban la calzada, unos kilómetros más por la AS-261 y ya estaba en mi destino, eran las 17:30 aproximadamente.
Esta noche sería el único habitante del hotel, no se el porqué me vino a la mente la película del Resplandor, vah! cosas mías. Una ducha, una breve charla con los dueños para conocer horarios y normas básicas y deshice mis pasos hacia Cangas para comer algo y estirar las piernas.
Pelayo estableció su corte en Cangas de Onís que de este modo se convirtió en la primera capital de Asturias, también es el punto de partida de numerosas actividades, excursiones, caballos, quads, bici, y un sin fin de actividades. Hoy la encontré más apagada de lo habitual, numerosos negocios estaban cerrados, incluido restaurantes y bares, raro, en una tienda de souvenirs me explicaron que eran las fiestas patronales de San Antonio, y que todo estaba en la parte alta. El puente romano, el río Güeña, Don Pelayo, historia de la España que todos estudiamos.
En Cangas el tiempo era aceptable, no llovía, no había niebla y el frío era soportable, decidí encaminarme hacia la Basílica de Santa María la Real de Covandonga, con un doble propósito, obviamente visitarlo, no creo que hoy hubiera mucha gente, y consultar si la subida a los lagos tenía algún tipo de restricción en estas fechas. Según ascendía por la as-262 el tiempo volvió a complicarse, niebla y lluvia ligera pero constante, algunos ciclistas rezagados encarando los lagos y poco mas eran el paisaje, las tiendas de souvenirs que pueblan la carretera estaban cerradas, se nota que no es temporada y el tiempo no ayuda. Sin problemas llego hasta la gruta en donde se encuentra la virgen, no hay colas, no hay gente, la niebla le da un aire ancestral al entorno. Ya se hacía tarde y decidí volver al hotel, no sin antes comprobar que no había restricción alguna para subir a los lagos en estas fechas.
El dueño del hotel me sugirió que podía meter la moto bajo un saliente en el que estaría a resguardo de la lluvia, lo cual se lo agradecí, un lugar recomendable si alguien se decide a pasar unos días tranquilos. Con una cerveza en la mano, unos huevos rotos en el estómago y un buen partido de baloncesto planifiqué la ruta del día siguiente, espero que el tiempo amanezca despejado y pueda disfrutar del entorno.
Mañana será otro día.