Hemos abierto el ojo a las 7 de la mañana después de dormir toda la noche del tirón, un lujo para nuestros cuerpos. A las 8 de la mañana estábamos saliendo del Hotel, tras unas cuantas vueltas para encontrar la entrada a la autopista ponemos dirección a Bélgica. Sin darnos cuenta llegamos a la frontera, que nos recibe con obras en la autopista, dejándonos un único carril por sentido y anulando la ventaja de ir a 130 kms/hora.
De nuevo, nuestro primer objetivo es encontrar una gasolinera para desayuna, esta vez acertamos , pain au chocolat y croissants, con un zumo y una infusión recargamos nuestras pilas.
Continuamos viaje y las obras en la carretera se van sucediendo, sin darnos cuenta entramos en un nuevo país, Países Bajos. Maastrich nos sorprende por su arquitectura “inglesa”, lo diferenciamos por su conducción por la derecha, pero podríamos pensar que estamos en cualquier barrio inglés. Y así seguimos nuestro camino con dirección a Alemania.
El país teutón nos recibe con tres carriles en la autopista y sin límite de velocidad, en donde ir de rápido no es suficiente, como pudimos comprobar en primera persona. Mejor quedarnos a la derecha.
Al llegar al nudo de desvíos entre Colonia, Hamburgo y Kiel, tardamos unos 40 minutos en tomar el camino correcto. Obras y falta de carteles nos lo pusieron algo difícil. Con tanta vuelta descubrimos el festival de verano a orillas del río Ruhr…. nunca vimos el río.
Ya en la dirección correcta, seguimos devorando kilómetros de autopista. Con hambre, paramos en una gasolinera que ofrecía típicos platos teutones. Decidimos darnos un homenaje gastronómico, para seguir con fuerzas el camino, Läberkäse con patatas y carne asada con puré.
Una hora más tarde tenemos que hacer una parada técnica en el arcén para enfundarnos los trajes de lluvia ya que comenzaban a caer las primeras gotas de una tormenta que se avecinaba. A la entrada de Hamburgo volvimos a sufrir las obras de verano aunque no nos impidieron contemplar la espectacularidad del puerto de Hamburgo, uno de los más grandes del mundo. De repente la carretera comienza a descender adentrándose en un túnel, que cruza el río Elba por debajo, viendo las imágenes directamente en el GPS.
Sin dificultades, llegamos al hotel Bedpark. Ya había cerrado la recepción, pero llamando al teléfono que había en la puerta, un joven bajó a entregarnos las tarjetas de acceso ya que se trataba de un hotel inteligente.
Tocaba lavar ropa, pero no teníamos donde secarla, así que sin pensarlo, pusimos al máximo el toallero del baño y allí mismo colgamos la ropa que en unas horas estaría seca.
Después de organizar todo, salimos a dar un paseo por la zona, era tarde, así que solamente nos dio tiempo a ver el parque que teníamos cerca y conocer el Intech Arena, donde habían jugado el Hamburgo contra el Bayern.
De vuelta al hotel abrimos la primera de nuestras viandas que habíamos traído desde Madrid, un queso del cual dimos buena cuenta rápidamente.
Mañana toca atravesar otras dos fronteras en un día y también nos espera uno de nuestros objetivos, los puentes que unen Dinamarca con Suecia, una maravilla de la ingeniería, pero eso será mañana.